sábado, 7 de marzo de 2009

¡Que viva la música!

Fragmento de la obra de Andrés Caicedo, "¡Que viva la música!"

"Tu no te detengas ante ningún reto.
Y no pases a formar parte de ningún gremio.
Que nunca te puedan definir ni encasillar.
Que nadie sepa tu nombre y que nadie amparo te dé.
Que no accedas a los tejamnes de la celebridad.
Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos amigos.
Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable.
Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes.

Tus padres te tuvieron.
Que tus padres te alimenten siempre, y págales con mala moneda.
A mí qué.
Jamás ahorres.
Nunca te vuelvas una persona seria.
Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta.
Elimina las treguas, recoge tu hogar en el daño, el exceso y la tembladera.
Todo es tuyo.
A todo tienes derecho y cóbralo caro.
No te sientas llanecita nunca.
Aprende a no perder la vista, a no sucumbir ante la miopía del que vive en la ciudad.
Ármate de los sueños para no perder la vista.
Olvídate que podrás alcanzar alguna vez lo que llaman “normalidad sexual”, ni esperes que el amor te traiga paz.
El sexo es el acto de las tinieblas y el enamoramiento la reunión con los tormentos.
Nunca esperes que lograras comprensión con el sexo opuesto.
No hay nada más disímil ni menos dado a reconciliación.

Tú, practica el miedo, el rapto, la pugna, la violencia, la perversión y la vía anal, si crees que la satisfacción depende de la estrechez y la posición predominante.
Si deseas sustraerte a todo comercio sexual, aún mejor.
Para el odio que te ha infectado el censor, no hay remedio mejor que el asesinato.
Para la timidez, la autodestrucción.
A donde mejor se practica el ritmo de la soledad es en los cines.
Aprende a sabotear los cines.
No accedas al arrepentimiento, ni a la envidia ni al arribismo social.
Es preferible bajar, desclasarse; alcanzar, al término de una carrera que no conoció esplendor, la anónima decadencia.
Para endurecer la unidad sellada, ensaya dándote contra las tapias.
Ni hay momento mas intenso ni angustioso que el despertar de un hombre que madruga. Complica y prolonga este momento, consúmete en el.
Agonizaras lentamente y de berrido en berrido enfrentaras los nuevos días.
Es prudente oír música antes del desayuno.

Tú, disimula el olvido.
Aprende a contemplar inconmovible toda génesis.
Si te tienta la maldad, sucumbe: terminaréis por rodar juntas del mismo brazo.
Come de todo lo que sea malo para el hígado: mango viche y hongos y pura sal, y acostúmbrate a amanecer con los gusanos.
Créete Ceiba, que también cría parásitos.
Tú no te preocupes.
Muérete antes que tus padres para librarlos de la espantosa visión de tu vejez.
Y encuéntrame allí donde todo es gris y no se sufre".

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